"IGUAL A VITO DUMAS NO HAY OTRO" ... – DICE FIRPO
Por Horacio Estol
Una visita al famoso navegante solitario, en compañía del
toro salvaje de las pampas mientras el Lehg II descansa, Vito Dumas
sigue trabajando ...
Hace dos semanas, cuando llego Vito Dumas, yo no estaba
en Buenos Aires. Recién unos días después pude saludarlo por teléfono, y
quedamos citados para encontrarnos una tarde en el Club Náutico Buchardo.
Luis Ángel Firpo, que estaba al tanto de la cita, me
propuso :
Oiga ... Vamos juntos. Yo también
quiero saludarlo. ¡Es un gran muchacho!
Así fue como llegamos una tarde de este inseguro verano,
bajo un apropiado sol rajante, hasta el Náutico Buchardo, donde el Lehg
II, desarbolado y en tierra, nos recibió en la intimidad del astillero.
Allá arriba, sobre cubierta, aparece primero el hijo de
Dumas. Después, el mismo Vito, desde la cámara, grita :
Ya voy, en seguida ... Estoy con todo
este lío ... y la voz se extingue con una protesta.
Después aparece, con el recio torso descubierto, la gorra
de larga visera protectora, y la sonrisa de toda la vida :
¿Viniste? ... Mira, recién hoy
sacamos el Lehg del agua ...!Firpo! ...
Desciende del barco con la agilidad de un trapecista.
Unos segundos mas, y entonces si abrazo fuerte recuerda otros abrazos
anteriores, que rubricaron cada vez el final de alguna tremenda
aventura.
Firpo, con sus pocas palabras de siempre, resume todo su
afecto en otro abrazo cordial. Después buscamos un lugar a la sombra – a
la vista del Lehg II – y charlamos largamente.
Creí que te iba a recibir en Nueva
York – le digo -. Fíjate que cuando supe la noticia de tu
partida no lo podía creer. En 1943 me habías dicho que ya no estabas
para aventuras ... ¿Te acuerdas?
Me mira con aire sorprendido.
¡No! ¿Te dije eso? No importa. Ya
sabes lo que pasa al final de estos tremendos viajes ... Después, a
medida que corre el tiempo ... Bueno, pero es mejor hablar de otra
cosa ...
¿Hablar de otra cosa con Dumas cuando el Lehg II esta
allí, a la vista, apuntalado con la proa hacia el agua, como si en
cualquier momento fuese a empezar de nuevo? ...
De lejos y de cerca
Hay una breve interrupción.
Una familia que llega al club saluda a Dumas; el mas
pequeño de los pibes se lo queda mirando con la maravillada expresión de
quien contempla un milagro, mientras Dumas sonríe paciente y deja que el
curioso complete, desde abajo, su investigación inolvidable. Después,
algún día, al pibe le resultara legendario este recuerdo ...
Hay preguntas, como siempre. ¿Quién no le hace preguntas
a Dumas? Y una señorita, que quiere llegar mas al fondo de la cuestión,
averigua :
¿Y de noche, como hacia?
Dumas explicaba pacientemente. Después cuando nos
quedamos solos, comenta :
Las cosas que uno tienen que oír ...
En Cuba, una vez me preguntaron si fondeaba el barco por las noches.
¡Fondear con cuatro mil metros de profundidad! ¿te das cuenta? Y
otro me decía : "Y con la comida, ¿cómo hace?"
Entonces se recuerda aquella terrible odisea cumplida por
Dumas, desde la bahía de Nueva York hasta las Canarias, cuando se
agotaron las provisiones y el tuvo que afrontar la despareja lucha de
uno contra cuatro, porque estaba solo frente al mar, el hambre la sed y
la debilidad creciente de su organismo.
Hay que estar dentro de la cámara del Lehg II, hay que
caminar inclinado en el breve espacio libre que deja la cucheta, hay que
sentir la tremenda soledad que perdura encerrada ahí adentro, para
comprender como es inútil que intentemos imaginar el verdadero tamaño de
estas repetidas y excepcionales aventuras de nuestro navegante
solitario.
Una cosa es de lejos y otra es de cerca. Todas las
palabras se quedan cortas para revivir esos trances. Y no nos hagamos
ilusiones, porque el solo, solamente el, sabe las cosas que ha pasado. Y
hasta resulta inútil que las cuente, por mas que, a veces, sus palabras
nos hacen creer que llegamos hasta el fondo de su costosa experiencia.
Pero no es verdad. No puede ser verdad.
Hasta su amor por el barco se nos escapa en toda su
intensidad, porque va mas allá de navegar en el, de cuidarlo y saberlo
capaz.
Es cierto – me dice -. Tenes razón.
El barco debía haber quedado aquí después del viaje de 1943 ... Yo
hubiera preferido que se quedara, y sobran razones para
documentarlo. Es un barco construido con maderas argentinas, y es
una expresión elocuente de nuestra industria náutica. Por eso,
viejo, es una vergüenza que yo mismo diga que me lo quisieron
comprar por diez mil dólares en Cuba, porque parece que le hago
propaganda. En todo casa, bastaría con recordar los record mundiales
que ha conquistado ....
¿Divorcio?
Mira al Lhg II, como solo lo puede mirar el :
Por eso me duele pensar que voy a
tener que divorciarme de el ...
Bueno ... Son tantas cosas ... ¿Para
que hablar?
Pero tiene razón Dumas. Si el Lehg II estuviese fondeado
en Dársena Norte, a la vista de todos los que van a pasear en auto por
los muelles, nadie pensaría que al barco hay que pintarlo, cuidarlo,
etc. Y que un hombre debe estar unido a el, habituado a sus mañas,
pendiente de sus caprichos, dándole su tiempo y sus preocupaciones.
Nadie pensaría en eso. Pero todos dirían lo mismo, y lo dirían con un
poco de orgullo : "Mira, ese es el Lehg de Vito Dumas ..." Y ese poco de
orgullo colectivo no estaría mal, porque todos sabemos que lo ha hecho
ese barquito criollo por los mares del mundo, ningún otro barco lo ha
hecho ...
¿Y ahora, entonces Vito?
Que se yo ...
No, me refiero al presente inmediato.
Supongo que no se quedara el Lehg II en este astillero.
¡Oh, no! ... Ahora ...
Ahora, Dumas piensa colocarle un motor auxiliar. Luego
hará un viaje a Punta del Este, donde ha sido designado juez en una de
las regatas que se han de correr próximamente. Después ...
Un motor auxiliar para facilitar la
maniobra de entrada a los puertos. Si lo hubiera llevado en este
viaje ...
Frente a la meta
De haber llevado ese motor auxiliar durante este ultimo
viaje, Vito Dumas hubiera podido fondear en el puerto de Nueva York, el
17 de junio del año pasado ...
Ya sabemos lo que fue esa peripecia dramática del Lehg II,
que navegaba durante días entre Atlantic City y la bahía de Nueva York,
que llega a una milla de la estatua de la Libertad, que deriva
angustiadamente durante veinticuatro horas en el canal Ambrosse ...
Me vieron, te aseguro que me vieron –
repite el -. Pedí remolque desesperadamente. Hice la señal de SOS
con el cuerno de bruma, fui y vine inútilmente entre los pescadores
de Atlantic City ...
En el canal Ambrosse, donde se encauza un trafico
marítimo de acceso al puerto de Nueva York, Dumas pasa horas terribles.
A cada instante corre peligro de ser chocado por los barcos que aparecen
en medio de la niebla. Llega un momento en que debe valerse de un remo
para enderezar al Lehg II, que se ha cruzado en el medio del canal ...
Pero las corrientes lo vencen poco a poco, tirándole
hacia el océano. Ya no es posible regresar a Cuba; y no tiene mas
remedio que lanzarse a una inesperada travesía atlántica, casi agotados
los víveres y el agua en ese momento.
Esa fue, en pocas palabras, la durísima aventura de este
viaje. Después no faltarían otros momentos duros, es cierto, pero
ninguno como aquel, cuando tuvo que darse por vencido con la meta a su
alcance.
Y esto de darse por vencido es una manera de decir,
porque todo lo que sucedió mas tarde, hoy le vale como una victoria
sobrehumana de resistencia física y carácter, de modo que el aparente
fracaso frente a Nueva York pareciera como un pretexto del destino, para
que barco y capitán se superasen en una aventura que escapa de la
náutica para incorporarse a la leyenda ...
Mas yo hago hincapié en ese futuro motor del Lehg II.
Porque eso quiere decir – razono –
que estas preparando al barco para que, cuando llegues a un puerto
la maniobra sea ...
Vito me interrumpe con un gesto, y corrige :
Estoy preparando al Lehg II para que,
cuando llegue a un puerto, sea el que sea quien este a bordo, pueda
hacer una maniobra que ...
¡Vamos! – protesto.
Dumas se encoje de hombros. Después, como si de verdad le
resultara tremendo imaginar lo dicho, termina :
No se ..., no se ...
Alguien lo llama. Tiene que volver junto al Lehg, para
continuar la tarea, y nos despedimos.
Alejándonos, Firpo, con su tono reflexivo de siempre,
hace una breve acotación definitiva :
¿Sabe? – me dice -. Estaba pensando
que dos como ese no hay , ¿eh? ... Y a mi, que no me gustaban ni los
barcos que tienen pileta de natación ...
Tiene razón Firpo. No hay dos como Vito Dumas ... Pero
nosotros ya nos hemos tomado tanta confianza con su valor, que nos
resulta cosa de todos los días ...
Y si mañana se marcha otra vez, parecerá lo mas natural
del mundo. Como si alguien lo hubiese estimulado alguna vez para hacer
todas las cosas que lleva hechas. |